CORAZÓN DE ÁNGEL
Yo soy ese
ángel que te protege
Y que no
quiere que nada te pase
Porque con tu
ternura mi corazón ganaste
Y con tu
hermosura lo enamoraste.
Y sabes que mi corazón solo vive
Porque tu
nombre solo sabe decir
Y no quiero
perderte
Tu ere su
motivo de vivir y de latir
Me paso la
noche platicándole
Al viento todo el calor que con
Un solo beso medas pero era un sueño
Suplicando su
ayuda para poder enamorarte
.
Pero no se que
pase después
Ya perdí mi
vida en un recuerdo del ayer
Y hoy suplicando
te que
Me des un poco
de tu querer.
La oscuridad
opaca este sentir
El temor se
apodera de mí
Y mi corazón
se muere por ti
No sé en donde
te encuentras para ir.
El cielo se
abre saliendo
Un rayito de
luz
Y extrañamente
se que eres tu
Por me hace recordarte
amor
Tú eres mi
sendero
Con esos ojos
que me atraen
Que nunca en
mi vida pensé
Encontrar en
este inmenso y solitario mundo.
cuento
VERACIDAD A YORLINE
Inconstante,
voluble, infiel… todas estas son palabras que describen a alguien que no puede
mantenerse fiel a un solo amor, alguien que siempre encuentra a alguien nuevo
de quien enamorarse. Pero, ¿qué sucede cuando un príncipe irremediablemente
voluble conoce a una princesa a la que nadie puede resistir? las hadas viven
cientos de años, algunas veces mueren. En especial porque pasan un día de cada
semana convertidas en algún animal y entonces, están expuestas a sufrir
accidentes. Fue así que un día la muerte se llevó a la reina de las hadas y fue
necesario elegir a una nueva reina.
Después
de mucho discutirlo, parecía que la elección estaba entre dos hadas, una
llamada Atziri y la otra llamada Laila. Y sus razones eran tan similares que
era imposible elegir a una sobre la otra. Al final, la corte de las hadas
decidió que aquellas de las dos que mostrara al mundo la mayor de las
maravillas, sería la reina. Sin embargo, tenía que ser un tipo especial de
maravilla. No se trataba de mover montañas, hacer detalles y cosas maravillosas
ni ninguno de esos tipos de trucos tan comunes que hacen las hadas. Por tanto,
Atziri decidió que ella crearía un príncipe al que nada pudiera ser fiel y
constante a un solo amor. Mientras tanto Laila decidió mostrar a los asombrados
mortales, una princesa tan encantadora que nadie pudiera verla sin enamorarse
perdidamente de ella. Tenían permitido tomarse su tiempo, mientras tanto, las
cuatro hadas más viejas se encargarían de atender los asuntos del reino.
Laila
era amiga, desde hacía mucho tiempo del rey Kimshel, que era el monarca más noble y cuya corte
era el modelo a seguir para todas las demás. Su reina, Anjanas, también era una mujer encantadora. De hecho
sería muy difícil encontrar a una pareja tan hermosa como ellos.
Los
reyes tenían una hijita, al a que habían llamado Yorline, ella tenía un lunar rosado en la garganta. La noche siguiente a la reunión de las hadas,
la reina Anjanas despertó con un grito y cuando sus damas de
honor fueron a ver qué le ocurría, descubrieron que había tenido un terrible
sueño.
- Soñé – dijo – que mi hijita se había convertido en un ramo de rosas y que mientras la tenía en brazos, de pronto bajaba un pájaro del cielo y me la arrebataba. Manden a alguien a ver que la princesa esté bien – ordenó la reina.
Y así lo hicieron, pero solo encontraron una cuna vacía. Buscaron por todas partes, pero no encontraron ni rastro de la niña. La reina estaba inconsolable de pena, lo mismo que el rey, pero él, siendo hombre, no demostraba tanto sus sentimientos. Entonces, el rey le sugirió a Anjanas que pasaran algunos días en su palacio en el campo, y ella aceptó porque, en su pena, ya no disfrutaba de los placeres de la ciudad. Una tarde de verano, mientras estaban sentados, juntos en un césped con forma de estrella del que salían doce espléndidas avenidas bordeadas de árboles, la reina vio que por cada una de ellas venía una encantadora niña campesina, llevando una canasta con gran cuidado. Conforme cada niña iba llegando hasta la reina, dejaba la canasta a sus pies y le decía:
- Querida reina, espero que con esto disminuya en algo su tristeza.
La reina abrió rápidamente las canastas y encontró en cada una de ellas una encantadora bebita, como de la misma edad de la princesa por la que penaba tanto. Al principio, ver a las bebitas hizo que la reina se sintiera peor, pero las nenas eran tan encantadoras que comenzó a quererlas y, cuidando de ellas, olvidó un poco su tristeza. Les proporcionó doncellas, cunitas y damas de honor y envió a buscar por todas partes columpios, muñecas y trompos.
Lo curioso era que cada bebita tenía en la garganta una diminuta mancha rosada. La reina encontró tan difícil decidir el nombre más apropiado para cada una que, mientras los elegía, asigno a cada bebé un color especial: rosado para una, morado para otra, y así sucesivamente, de modo que cuando estaban juntas parecían una pradera en flor. Conforme iban creciendo, se hizo evidente que aunque todas eran muy inteligentes, eran muy distintas en carácter, tanto así que poco a poco dejaron de llamarlas “Rubí” o “Violeta” o cualquiera que fuera su color, y la reina sólo preguntaba: “¿Dónde está mi niña Dulce?” o “¿Dónde está mi niña Amable?” o “¿Dónde está mi niña Feliz?”
- Soñé – dijo – que mi hijita se había convertido en un ramo de rosas y que mientras la tenía en brazos, de pronto bajaba un pájaro del cielo y me la arrebataba. Manden a alguien a ver que la princesa esté bien – ordenó la reina.
Y así lo hicieron, pero solo encontraron una cuna vacía. Buscaron por todas partes, pero no encontraron ni rastro de la niña. La reina estaba inconsolable de pena, lo mismo que el rey, pero él, siendo hombre, no demostraba tanto sus sentimientos. Entonces, el rey le sugirió a Anjanas que pasaran algunos días en su palacio en el campo, y ella aceptó porque, en su pena, ya no disfrutaba de los placeres de la ciudad. Una tarde de verano, mientras estaban sentados, juntos en un césped con forma de estrella del que salían doce espléndidas avenidas bordeadas de árboles, la reina vio que por cada una de ellas venía una encantadora niña campesina, llevando una canasta con gran cuidado. Conforme cada niña iba llegando hasta la reina, dejaba la canasta a sus pies y le decía:
- Querida reina, espero que con esto disminuya en algo su tristeza.
La reina abrió rápidamente las canastas y encontró en cada una de ellas una encantadora bebita, como de la misma edad de la princesa por la que penaba tanto. Al principio, ver a las bebitas hizo que la reina se sintiera peor, pero las nenas eran tan encantadoras que comenzó a quererlas y, cuidando de ellas, olvidó un poco su tristeza. Les proporcionó doncellas, cunitas y damas de honor y envió a buscar por todas partes columpios, muñecas y trompos.
Lo curioso era que cada bebita tenía en la garganta una diminuta mancha rosada. La reina encontró tan difícil decidir el nombre más apropiado para cada una que, mientras los elegía, asigno a cada bebé un color especial: rosado para una, morado para otra, y así sucesivamente, de modo que cuando estaban juntas parecían una pradera en flor. Conforme iban creciendo, se hizo evidente que aunque todas eran muy inteligentes, eran muy distintas en carácter, tanto así que poco a poco dejaron de llamarlas “Rubí” o “Violeta” o cualquiera que fuera su color, y la reina sólo preguntaba: “¿Dónde está mi niña Dulce?” o “¿Dónde está mi niña Amable?” o “¿Dónde está mi niña Feliz?”
Por
supuesto que ton tantos encantos, tenían enamorados por montones. No sólo en la
propia corte, sino príncipes que venían de muy lejos, atraídos por los rumores
que llegaban hasta sus tierras; pero aquellas adorables muchachas, las primeras
damas de honor, eran tan sensatas como hermosas y no favorecían a ningún
pretendiente.
Pero
volvamos ahora con Atziri. Ella había elegido al hijo de un rey que era primo
de Kimshel para que fuera su príncipe inconstante. Antes que
nada, en su bautizo le había dado al príncipe todas las gracias de cuerpo y
mente que un príncipe pudiera necesitar, pero ahora había redoblado sus
esfuerzos y no escatimaba en nada para añadir todo tipo de encanto y
fascinación imaginables. Así que, sin importar si él estaba molesto o contento,
muy bien ataviado o vestido con sencillez, serio o frívolo, ¡siempre era
perfectamente irresistible! La verdad era que se trataba de un joven
encantador, ya que el hada le había dado el mejor corazón del mundo, además de
la mejor cabeza y no había dejado nada qué desear, excepto fidelidad. Porque no
puede negarse que el príncipe Sadoc le gustaban todas las chicas, y era más
inconstante que el viento. Para cuando cumplió los dieciocho años, no había en
el reino de su padre un corazón que no hubiera conquistado… ¡Todos eran suyos y
él estaba cansado de todos! Así estaban las cosas cuando fue invitado a visitar
la corte del primo de su padre, el rey Kimshel
Imaginen
sus sentimientos cuando al llegar le presentaron a las doce de las más
encantadoras criaturas del mundo, y les gustó a todas de la misma manera en la
que cada una de ellas le gustó a él. La situación llegó al punto en que el
príncipe no estaba contento a menos que pasara cada momento con todas ellas. Porque,
¿cómo podría susurrar dulces palabras a Dulce y reír con Alegría sin contemplar
también a Bella? Y en sus momentos más serios, ¿qué había más agradable que
charlar con Considerada en algún césped sombreado mientras tomaba entre sus
manos la mano de Amorosa y todas las demás estaban cerca de él? Por primera vez
en su vida, realmente estaba enamorado, pero el objeto de su devoción no era
una sola persona, sino doce, y a todas las quería igual. Hasta Atziri consideró
que aquello era, en efecto, el colmo de la inconstancia. Pero Laila no dijo
nada. Un día, la reina, dio una gran fiesta en el jardín y cuando los invitados
estuvieron todos reunidos y el príncipe Sadoc repartía sus atenciones ente las doce
bellezas, se oyó de pronto el zumbido de un enjambre de abejas. Las doce
doncellas, atemorizadas, comenzaron a alarmarse y se alejaron del resto del
grupo. De inmediato, y para horror de todos los presentes, las abejas las
persiguieron y se multiplicaron hasta ser un enjambre enorme que se lanzó sobre
las doncellas y las elevó por los aires. En cuestión de un instante, doncellas
y princesas desaparecieron. Aquel extraordinario suceso sumió a la corte en una
profunda tristeza; el príncipe Sadoc, en un principio, dejó transpirar una
violenta pena, pero poco a poco cayó en un estado de tal desconsuelo que se
temió que si nada lo sacaba de él, seguramente moriría.
Atziri acudió a toda prisa a ver qué podía hacer por el pobre príncipe, pero él rechazó con desprecio todos los retratos de las encantadoras princesas que ella le ofrecía para su colección. En pocas palabras, era evidente que el príncipe estaba muy mal y el hada no tenía idea de qué hacer. Un día, mientras el joven vagaba envuelto en sus reflexiones, escuchó gritos y exclamaciones de sorpresa; y se habría podido evitar quedar tan pasmado como todos los demás: por el aire venía una carroza de cristal, aproximándose poco a poco, brillando al sol.
Seis encantadoras doncellas con brillantes alas tiraban de la carroza con unas cintas rosadas, mientras que otras, de igual belleza, sostenían largas guirnaldas cruzadas de rosas sobre ella, formando un toldo. En la carroza venía el hada Laila y a su lado, una princesa cuya belleza positivamente deslumbraba a quien la veía.
Atziri acudió a toda prisa a ver qué podía hacer por el pobre príncipe, pero él rechazó con desprecio todos los retratos de las encantadoras princesas que ella le ofrecía para su colección. En pocas palabras, era evidente que el príncipe estaba muy mal y el hada no tenía idea de qué hacer. Un día, mientras el joven vagaba envuelto en sus reflexiones, escuchó gritos y exclamaciones de sorpresa; y se habría podido evitar quedar tan pasmado como todos los demás: por el aire venía una carroza de cristal, aproximándose poco a poco, brillando al sol.
Seis encantadoras doncellas con brillantes alas tiraban de la carroza con unas cintas rosadas, mientras que otras, de igual belleza, sostenían largas guirnaldas cruzadas de rosas sobre ella, formando un toldo. En la carroza venía el hada Laila y a su lado, una princesa cuya belleza positivamente deslumbraba a quien la veía.
Al pie
de la gran escalera, descendieron y se dirigieron a las habitaciones de la
reina; los cortesanos corrieron a ver esta maravilla, y se reunió una gran
multitud hasta que se hizo muy difícil avanzar y por todas partes se escuchaban
exclamaciones de asombro ante la belleza de aquella extraña princesa.
- Gran reina – dijo Laila -, déjame devolverte a tu hija, Yorline, a quien tomé alguna vez de su cuna.
- Gran reina – dijo Laila -, déjame devolverte a tu hija, Yorline, a quien tomé alguna vez de su cuna.
La
reina estaba encantada, pero después de pasados los primeros momentos de
alegría, la reina le preguntó a Laila:
- Pero
¿y mis doce adoradas doncellas? ¿Las he perdido para siempre? ¿Nunca volveré a
verlas? - ¡Muy pronto dejarás de extrañarlas! – respondió Laila en un tonto que
claramente significaba que no quería más preguntas. Luego subió a toda prisa a
su carroza y desapareció.
La
noticia de la llegada de aquella hermosa prima llegó pronto al príncipe, pero
él no tenía ánimos para ir a verla. Sin embargo, llegó el momento en que le fue
imposible no ir a presentarle sus respetos y no bien había pasado cinco minutos
en su presencia, cuando ya le parecía que la chica combinaba en su encantadora
persona todos los dones y gracias que tanto le habían atraído en las doce damas
cuya pérdida tanto le había dolido.
Y
después de todo, realmente es más satisfactorio estar enamorado de una sola
persona a la vez. Y así sucedió que antes de darse cuenta de lo que ocurría,
estaba pidiéndole a su adorable prima que se casara con él; en el momento que
aquellas palabras dejaron sus labios, Laila apareció con una sonrisa de
triunfo, en la carroza de la reina de las hada, ya que para entonces todos
sabían de su gran éxito y habían declarado que el reino era suyo. Había tenido
que contar cómo se había robado a Yorline y había dividido su persona en doce partes para
que cada una de ellas encantara al príncipe Sadoc y para que, una vez reunidas en una sola
persona, curaran su inconstancia y veleidad de una vez por todas.
Y como una prueba más de la fascinación que causaba Yorline, puedo decirles que incluso la derrotada Atziri le envió un regalo de bodas y asistió a la ceremonia, que se celebró tan pronto como los invitados pudieron llegar. El príncipe Sadoc fue fiel a su adorada Yorline durante el resto de su vida. ¿Y quién en su lugar no hubiera hecho lo mismo?
Y como una prueba más de la fascinación que causaba Yorline, puedo decirles que incluso la derrotada Atziri le envió un regalo de bodas y asistió a la ceremonia, que se celebró tan pronto como los invitados pudieron llegar. El príncipe Sadoc fue fiel a su adorada Yorline durante el resto de su vida. ¿Y quién en su lugar no hubiera hecho lo mismo?
En
cuanto a Yorline, lo amó lo mismo que todas las doce
doncellas juntas y así reinaron en paz y felicidad hasta el fin de sus largas
vidas.
Pedro Páramo
Juan Preciado hijo de Pedro Páramo
y Dolores Preciado después de la muerte de su madre decide cumplirle la promesa
de ir en busca de su progenitor y reclamar lo suyo. Juan Preciado desciende
hasta Cómala un pueblo lleno desolación, misterio y soledad tarde o temprano se
encuentra en un pueblo lleno de incertidumbres que le hacen crear una imagen de
un Pedro Páramo duro y severo; jefe y dueño de muchas personas, animales y
tierra. Todo en aquel sitio se comporta de una manera misteriosa y oscura,
todas las voces que cree escuchar le hacen creer que todo lo que hay en el
pueblo es amenazante e inquietante. Misteriosos ecos se encuentran en el pueblo
estos están tras del hasta el punto que el escucha una fiesta que hay en el
pueblo y este rumor aparece cada noche, pero contra todo esto Juan encuentra
cierta irregularidad en las apariciones y rumores que ve y escucha. De unos y
otros rumores que lo persiguen se da cuenta de cómo es realidad el legendario
Pedro Páramo un cacique de Cómala que tenía a su pueblo sometido acostumbrado a
su tiranía, contradicciones y decisiones arbitrarias. Muchas mujeres fueron
seducidas por Pedro Páramo entre ellas la mama de Juan Preciado; pero un
testimonio de una mujer lo hace comprender a Juan que llego tarde por que su
padre está muerto, entonces él se encuentra con una sorpresa que lo hace llenar
de incertidumbre todo lo del pueblo, las personas que le dan su testimonio, y
todo este pequeño universo es irreal e inerte, todo allí era muerte, el ahí no
se asusta ni se quiere ir este universo lo siente como suyo y al darse cuenta
de esto también se da cuenta que el está muerto.
Jorge Gabriel Hernández Jiménez:
ResponderEliminarMi estimada Ana me gusto mucho tu poema porque es muy emotivo la verdad no todas las persona tenemos la habilidad de escribir lo que sentimos.
El cuento también es maravilloso porque quien diría que tendrías
tanta imaginación.
El ensayo sobre Pedro Páramo es bueno pero te falto poner tu punto de vista sobre la película.
Hola Ana, pues tu poema es de mi agrado ya que se ve que fue escrito con gran interés y emotividad aunque tiene algunas faltas de ortoggrafía.
ResponderEliminarTu cuento igual es muy bueno se ve que tienes mucha imaginación.
Tu ensayo me encanto la redacción como describes el lugar donde se desarrolla toda la problemática, solo falto tu opinión al respecto.