viernes, 22 de febrero de 2013

Los relámpagos de Agosto



En Los relámpagos de agosto asistimos a las memorias de un ficticio general revolucionario, José Guadalupe Arroyo, sobre hechos ocurridos durante 1928 y 1929 (en tiempos de la guerra cristera), tal como éste se las relata a Ibagüengoitia, quien logra crear un personaje por el que se puede sentir empatía pese a lo ridículo que es.

El autor parodia las biografías y autobiografías de los militares de la Revolución utilizando el estilo, ridiculizado, de hablar de los revolucionarios venidos a políticos: ninguno de ellos puede abrir la boca sin que parezca que está a punto de dar un discurso frente a una gran audiencia y el protagonista y narrador de la historia, Guadalupe Arroyo, que critica esta tendencia en el resto de los personajes, cae en la misma afectación al referir sus hazañas.

Este último es otro de los recursos de los que se vale Ibagüengoitia para dotar de gran humor a su novela: Arroyo, está siempre listo para encontrar innumerables defectos en todos cuantos le rodean, enemigos o amigos (es decir, futuros enemigos), pero nunca para considerar los propios, pues a sí mismo sólo se ve como un manojo de virtudes, un héroe sin parangón, pese a que la narración nos vaya mostrando todo lo contrario, que él es tan inepto como sus compañeros de lucha.

Los relámpagos de agostoP

Jorge Ibargüengoitia


Jorge Ibargüengoitia

Jorge Ibargüengoitia fue ante todo un literato con alto sentido crítico. El humor de sus cuentos, sus novelas, sus obras teatrales y sus artículos periodísticos es de un sarcasmo fino y salvaje.
La manera como utilizaba su ágil prosa para diseccionar y destazar, para ridiculizar y poner en evidencia a sus personajes —muchos de ellos personajes del poder político y económico, ya fuese a nivel nacional o en el microcosmos de la provincia mexicana— era su fórmula para dinamitar la historia y la realidad oficiales, para hacer trizas el mito de las instituciones y del desarrollo estabilizador, en una época en la cual el PRI era el partido hegemónico en México.

A Ibargüengoitia no le gustaba que lo consideraran un simple humorista ya que se trataba de un escritor serio y riguroso, ordenado y meticuloso. Su personalidad también fue seria, aunque con sus amistades más íntimas se relajaba.


Este Invierno que cala los huesos


Este invierno que cala en los huesos


Camino despacio por una avenida y sigo pensando que la vida es un anuncio de neón con algunas letras fundidas. Me arden los ojos y no dejo de mirar al cielo, pero las anclas que tengo hundidas en el suelo me impiden levantar el vuelo. Y maldigo el frío que cala los huesos.
Será que no me sirven estas alas de utilería porque tengo membresía en el infierno, acaso porque es fin de año y el invierno entume los huesos. Esta melancolía alcanzaría para jubilar a todos los Santacloses de barba postiza y risa estúpida. Entro en una librería del Centro y hojeo un libro sobre Frida Kahlo. Entonces me acuerdo de Paula, que admiraba a la pintora aunque yo le advertía que me parecía una artista sobrevalorada. Paula no me ha respondido mi solicitud de Facebook que le envié hace más de un año. Y perdí su número telefónico, así que ni como pedirle que me regrese los libros de Kundera que tomó prestados, aunque yo sospechaba que no volvería verlos. 
http://www.elgrafico.mx/columnas/99114.html